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miércoles, 21 de agosto de 2019

Railway Building, en la roca, y en los cielos más hostiles –Aerolíneas Argentinas, años ´90-



CAPÍTULO I – Colón vuelve a “colonizar”

Eran los años ´90. Ya llevaba más de diez años trabajando en Aerolíneas Argentinas.  Yo estaba solicitando el pase a la Suc. Caracas. Me casé en el ´85, en Venezuela. Mi Esposa es venezolana. La Empresa estaba en vías de Privatización. Se había planteado primero con SAS (Scandinavian Air System), durante el gobierno de Alfonsín, pero no se lo permitió el Senado. Y ahora con el gobierno de Ménem (y su Ministro Roberto Dromi), la privatización era imparable, y sería IBERIA la agraciada.
Ya se había lanzado el Programa PPP (Programa de Participación). Un día me llegó una carta a mi domicilio ofreciendo participar como "accionista". Luego creo que llegó un telegrama. Fui a Casa Central a entrevistarme con uno de los nuevos directivos para preguntarle algunas cositas: ¿Cuánto valía para la Empresa mi participación? Según mi antigüedad, los Cursos realizados, mis conocimientos, la foja de servicios, etc.  Le pregunté si sabía cuánto costaba un B-727 (en esos momentos creo que estaba por los 30 millones de dólares). A mi realmente me indignaba que unos españoles recién llegados ni siquiera hicieran una reunión para presentarse al Personal. Ni supieran cuantos aviones tenía la flota de Aerolíneas Argentinas, cuanto era el valor real de la flota. ¿Cuánto costaban las rutas aprobadas? ¿las instalaciones? ¿las sucursales?. Le hice un cálculo somero del valor de la Empresa. Y ¿entonces? ¿Cuánto va a ser nuestra participación? ¿Cuántas acciones me tocan?. No sabía nada. Me levanté indignado, y le pedí que cuando estuviera mejor informado me volvieran a llamar ó mandar correspondencia, antes no.
Luego lanzaron la oferta del “Retiro voluntario”, que –averiguando- ya lo ofrecían en dólares.

Yo ya estaba resteado. En Acción Social conocían mi caso. En mi Gremio, APA, también, tenía notas y trámites metidos por varios flancos. Varias veces había hablado con compañeros en el Sindicato. Hasta había dirigido una nota al Secretario General, que llamaremos “RC”. Me habían dicho que estaba en comisión ¿comisión?. Últimamente no lo encuentro nunca ¿será que no me quiere recibir?.

CAPÍTULO II –“El sindicalista”

Una tarde salí de la oficina y en vez de ir hacia mi casa, tomé uno de los buses de Tienda León (el servicio Coach de la Empresa) que llevaban a Capital.  Iría, como muchas veces, al Edificio de Paseo Colón. Pero esta vez, ocurrió que en la entrada habían colocado nuevo Personal uniformado de protocolo que controlaba todas las entradas. Hacían preguntas como: ¿dónde se dirige? ¿a quién quiere ver?¿tiene una cita?. Si no tiene la credencial de este Sector, no puede pasar. Mi credencial era de Ezeiza. Y tantas  averiguaciones me hicieron enfurecer más.
Por la otra entrada de Alsina, conocía los recovecos, de allí me dirigí al sótano. Saludé a algunos compañeros que conocía, donde había una publicaciones y archivos. En el sótano conocía los ascensores y montacarga que llegaban por lo menos al 4to. piso creo. Pero subí por el que estaba por debajo de la recepción de la entrada de Paseo Colón 181, porque tenía que llegar a la torre, tenía que hablar con la superioridad. El corazón me latía esperando que no parara en planta baja, ó en primer piso y me vieran los de vigilancia que habían colocado ahora. Me tapé el pecho con un maletín, en gesto como pensativo y preocupado, para que no vieran que no portaba la credencial exigida. El ascensor paró en planta baja, me di vuelta hacia el espejo y saqué el peine para peinarme, dando la espalda a la puerta. Saludé al nuevo pasajero amablemente, y seguí tapándome el pecho. Bajé en el piso que necesitaba y al ver que en el pasillo había una persona de vigilancia, en permanente recorrida de punta a punta, decidí subir por escaleras. Yo quería llegar a Personal. Entrevistarme con algún directivo. Cómo mi situación era furtiva, me dirigí por la escalera de emergencia que daba hacia los baños –en el sentido norte, hacia Casa de Gobierno-.  Ingresé al baño, porque se acercaba alguien. Recuerdo esos baños con sanitarios antiguos (como los de las viejas estaciones de trenes), que mantienen un aroma característico, tienen nombre ingléses, estaban lustrosas. La limpieza y sobriedad eran una norma y una constante en esas instalaciones.  Me mantuve en el excusado, ya que alguien había entrado,.escuché voces. Permanecí allí hasta sentir silencio.  Ahora necesitaba ponerme la corbata, hacer paso firme hacia el pasillo y dirigirme hacia la oficina que debía encontrar.
Enfilé hacia el pasillo. Había una nueva mesa de Recepción. Algo en el ambiente estaba diferente, me puso nervioso. Nuevas flores adornaban los coquetos maceteros. Las puertas de dos hojas, de madera obscura y reluciente encuadraban vidrios biselados y se veían más hermosas e inalcanzables. El mármol blanco me parecía más frío y distante. La alfombra de un rojo intenso del pasillo central ahora me parecía de terciopelo. Yo no cuadraba en aquél sitio, no hacía juego allí, ni que me pintara de oro. ¡que bonitas lámparas!. Las conocía, pero nunca las había visto tan bellas. Había entrado en un palacio y el Rey no me quería recibir. Aunque la alfombra amortiguaba los pasos, sentí  caminar alguien detrás. Me sentía tan pequeño. Me habían descubierto. La celadora me interrogó: -Señor ¿Qué está haciendo? ¿hacia dónde se dirige? ¿por donde ingresó? ¿su credencial?. Yo continuaba caminando, buscaba una puerta salvadora que me permitiera decir el nombre de mi supuesto entrevistado (no sabía ni el nombre del nuevo Director de Personal). En eso veo un Nombre en una puerta, no lo podía creer: ¿“RC”? (el mismo titular de mi gremio). Reaccioné de pronto; le dije decidido; yo vengo a ver a RC (dije su Nombre completo). Me preguntó si tenía cita, pero estaba ante la puerta y ella, .....provocaba derribarla de una patada (a la puerta), el corazón latía demasiado rápido, no podía dudar un segundo. Empujé la puerta, y al verlo de frente le dije (con voz de viejos amigos): - ¡Hola Rodolfo!- con acento firme. Sorprendido, me respondió: -¡ ¿Qué haces acá? Hola. Si. Ehhh, ¡vení pasá! ¡déjelo pasar, por favor! . …, y respiré profundo, me había librado del fantasma, de la “policía”. 

CAPÍTULO III- “la confesión”

Una vez solos, RC me dijo: -cerrá la puerta, por favor-. Y –acomodándose en el cómodo sillón de cuero verde- hizo una pausa. Revisaba papeles y no me atendía. Pero yo, enfurecido otra vez, al ver tanto lujo, cobré coraje, y le pregunté ¿Cómo es esto que ahora estás aquí? Me respondió que estaba en una comisión de “enlace entre la Empresa y el gremio”, por el tema de la privatización. Yo había visto su nombre al entrar y un cargo en la inscripción de la puerta, no me faltaba entender más. Inmediatamente comprendí que habíamos sido traicionados, nos habían “vendido”, ó que el gremio estaba comprado. ¡ Tantas marchas!, ¡tantas caminatas! frente al edificio de Obras públicas,  repartiendo volantes en todas las esquinas. Emprendiendo campañas en forma independiente. Tomándome una tarde, porque se me ocurrió ir a Banfield (la zona más paqueta), a tocar puerta por puerta y explicarle a la gente que le iban a quitar la Empresa de bandera, que no se dejaran. Tantos años siendo leal trabajador ¿para qué?.
Bueno, -está bien-, dije, no importa (no me importaba nada), fui al grano. Lo que yo quería era saber ¿Qué pasa con mi traslado?. Y él me dijo que la Sucursal CCS de la Torre La Previsora,  como se venía una restructuración, la eliminarían definitivamente y las oficinas pasarían a ser operadas totalmente por IBERIA, que administraría todo. Que no me convenía jugar en falso. Me dijo que –como consejo, como amigo- me convenía decidirme por el Retiro Voluntario. Y me lo estaba diciendo un “gremialista”. Que el Gerente de la Sucursal CCS ya se había acogido al Plan de "retiro voluntario", y por lo tanto le dieron XXX cantidad de dólares (una cifra realmente tentadora para la época, importante), me dijo que me convenía.
Ese es el último recuerdo que tengo del Edificio de Paseo Colón, aquel, donde di el primer Examen de Ingreso, donde recibí Cursos , allí íbamos a hacer reuniones, fundamos una Cooperativa de Vivienda que se planteaba cerca paralelo a la Autopista Richieri y cercano a Ciudad Evita (otra especie de Barrio Aeronáutico).  Ahora estaba “tomado” por fascinerosos.   
Fui otra vez a las oficinas del gremio, en Anchorena, pregunté por el Secretario RC. Me dijeron que estaba de permiso.  Si, claro, les dije: -¿Así que está de permiso?-. ¡ Está en Casa Central y despacha en una Oficina de la Empresa ¡ ¿Uds. creen que soy estúpido? ¿Qué está haciendo él allí?.
Por esos días comenzaba un juicio en el cual nos representaba el abogado  Guedes. Pero esto es otro cuento. CONTINUARÁ…

EN LA ROCA MÁS HOSTIL

Clavó su castillos el conde                                              
en la roca más hostil                                                      
del monte; como un milano                                      
vivió en él, y murió allí.
Luengos años duró el castillo
sus ruinas duran ya mil,
y esquivos y silenciosos
proyectan en el turquí
de los cielos castellanos
su almenaje torvo y gris.
Luengos años duró el castillo
sus ruinas duran ya mil.

Conde, vuestros huesos áridos
tornáronse polvo y
ha siglos que nadie sabe
la tumba donde dormís.
las crónicas que narraban                                   
vuestros hechos en la lid,
son, en archivos obscuros,
manjar de insecto ruin.
Pero viven vuestras torres
berroqueñas, y su hostil
silueta, imperiosa y grave,
os evoca, conde, allí,
vestido de todas armas,
como gigante adalid,

Luengos años duró el castillo
sus ruinas duran ya mil.

Haber servido a su dama,
a su rey y a su país,
haber alzado una torre
en la roca más hostil;
haber confesado a Cristo,
besando su cruz morir…..
¡quién sabe, conde, si al cabo
más vale esto que el trajín
y la histeria de mi siglo,
que no acierta a donde ir,
que derriba y alza altares,

con un ímpetu febril
y que,  pudiéndolo todo,
no ha podido ser feliz !

Luengos años duró el castillo
sus ruinas duran ya mil.

…..Pero no, mente influida
por los abuelos, no así
razones; ten fe en tu siglo,
que de uno en otro desliz,
que de uno en otro tanteo,
que de uno en otro sufrir,
que de uno en otro problema,
lleva en pos de excelso fin
su santo botón de enigma,
que en flor de luz se ha de abrir.

Luengos años duró el castillo
sus ruinas duran ya mil.

Ven, clava tu pensamiento,
poeta, bajo el zafir
de los cielos, en la cresta
de la roca más hostil,
como almenaje de conde,
y erguido mantenló allí,
cien años, más que el castillo,
y más que sus ruinas, mil.

AMADO NERVO

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