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miércoles, 21 de agosto de 2019

La maldición de KOKULKA

En la esquina de Wilde y Cuyo en Llavallol, en la escalinata de la ochava, solía dormir un borracho de aspecto eslavo, que se apellidaba “Kokulka”. Este extraño personaje, con las mejillas rojas y de hablar extraño, solía asustar a los niños. Se lo pasaba borracho en esa esquina.
Parece que era el dueño de la propiedad en la cual se guarecía apenas, vivía en la calle. Algún problema económico le hizo perder su casa, y deambulaba, merodeando su puerta y sus candados. 
De niño me habían regalado un muñeco de trapo, al que mis padres le llamaron “Pipo”, yo le llamaba “Kokulka”, siempre me dio miedo y lástima la condición de ese hombre.
Luego se instaló allí una familia japonesa que alquilaba una parte y en el local de la esquina pusieron una Tintorería. El japonés se llamaba Senso Teruya, y también bebía mucho, solía emborracharse, hacía una especie de artesanías tipo ikebana con troncos tratados con algún barniz. Su esposa era muy delicada y hablaba bajito, con mucho respeto. Tenía por lo menos tres hijos, dos varones y una muchacha, creo recordar. Esa propiedad, pareciera tenía alguna maldición.  Cuando falleció el padre de familia, Senzo, fuimos con mis padres, a presentar nuestros respetos a la familia. Nos sorprendió que nadie lloraba, estaban en una celebración y sirvieron algunos manjares. Luego vimos que la japonesa se quedó atendiendo la tintorería, y ocasionalmente la ayudaba alguno de los hijos. Pero los hijos también estaban estudiando y ya dejaron de colaborar con ella. A principios de los años ´80, ya adolescentes, los muchachos se fueron yendo a Japón. La japonesa enfermó y murió sola, estimo.
Como dije antes; la casa parecía tener alguna maldición. Volvió a quedar abandonada, como en tiempos de Kokulka (el aparente fantasma errante), y después algún vecino comenzó a cuidarla por encargo de los herederos japoneses que están en las antípodas. La casa sigue semi-abandonada, ocupada en la mitad por un vecino y sin que los dueños originales aparezcan. Misterios de mi barrio.

En Friedrichs y Aristobulo del Valle, frente a Estación Llavallol, también había otra “casa embrujada”…, pero esa es otra historia.   

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