México: la maldición de los venezolanos inadmitidos
foto: Luciana Ramirez |
_"El estado de México se reserva el derecho de internación
de las siguientes personas...", así fue como después de 5 largas horas migración en Cancún le pintó a nuestras
frentes la palabra INADMITIDOS, ¿la razón? Simplemente ser venezolanos._
El pasado 26 de agosto, mi hijo,
mi esposo y yo decidimos darnos unas merecidas vacaciones, y emprendimos
nuestro viaje de turismo a Cancún, en México, somos amantes a la playa y este
paradisíaco lugar cumplía con nuestras expectativas.
Ahorrando costos, salimos desde
Maracaibo hacia Medellín por tierra, 24 horas, un poco cansón pero en familia
cualquier viaje se disfruta.
Esta ciudad colombiana es
hermosa, quedamos maravillados con su gente, el trato hacia los turistas, sus
edificaciones, en resumidas cuentas, quedamos enamorados y nos vacilamos el día
que estuvimos ahí.
El 28 de agosto salimos desde el
aeropuerto de Río Negro, en Medellín, hacia el aeropuerto internacional de
Tocumén, en Panamá, en el vuelo 642 de Copa Airlines. Todos íbamos emocionados,
mi hijo de 6 años le gustan los aviones y disfruto la hora y media de viaje
viendo películas. Vale resaltar el increíble trato de la aerolínea con sus
pasajeros en todos los vuelos que hacen a diario.
En Panamá estuvimos de tránsito 4
horas, caminamos mucho intentando conocer la terminal de este país, creo que no
lo logramos pero hicimos el esfuerzo. Cerca de las 11:30 de la mañana abordamos
el vuelo 270 con destino a Cancún, listos para empezar nuestras soñadas
vacaciones.
Tras casi dos horas y medio de
vuelo arribamos a las 3:26 de la tarde al aeropuerto de esta ciudad mexicana.
Al bajar del avión llegamos directamente a migración, y ahí fue donde comenzó
nuestra pesadilla.
Cuando ser venezolano es un
problema para otros
En la cola para sellar la entrada
estuvimos alrededor de 20 minutos y al llegar nuestro turno nos atendió una
chica que parecía ser muy dulce, pero que al final resultó ser la responsable
de que nuestros días de disfrute se fueran al olvido, y que el dinero invertido
se perdiera, pues el hotel no reconoció lo sucedido.
Nos pidió los pasaportes, nos
preguntó la cantidad de dinero que llevábamos, el tiempo a estar en Cancún, el
comprobante de reservación y pago del hotel, el taxi que nos buscaría al
aeropuerto, la manera como cancelamos los pasajes, la profesión de mi esposo,
el tiempo de organización del viaje, todo eso y más fue respondido de manera
concreta y precisa, de pronto nos miró feo, pidió permiso y se marchó, a los 10
minutos volvió y nos pidió que la acompañáramos.
Nos llevó a la oficina de
migración, a un cuarto pequeño, de 3 paredes y un ventanal, donde no cabían más
de 30 personas pero que con nuestro ingreso sumábamos 20 en el lugar. No había
aire acondicionado, nos prohibieron el uso de los celulares, no podíamos hablar
alto, lo único que había era un filtro de agua y nuestros acompañantes eran, en
su mayoría, otros venezolanos, y dos colombianas.
Interminables horas sin
comunicación
Durante las 5 horas no pudimos
comunicarnos con nuestros familiares para darles información de lo que sucedía,
mi hijo jugó un rato con su DS y sus muñecos, de pronto cayó en un profundo
sueño, ahí di gracias a Dios porque no padecíó la desesperación por el injusto
encierro. También habían 3 niños más, quienes en distintos momentos, pedían
volver a casa, tenían hambre y los funcionarios de migración fueron indolentes
y desconsiderados con los menores.
Estos funcionarios públicos, que
dicen deberse a la atención al usuario entraban y salían del lugar, hablaban
alto, se reían, nos ignoraban, y al preguntarles cuánto tiempo tendríamos que
estar ahí, simplemente miraban con desprecio y respondían "tiene que
esperar, siéntese y en un rato un funcionario hablada con ustedes".
Ese "rato" para mi
familia y para mí fueron 5 interminables horas, donde mi esposo y yo nos
turnábamos para echarle viento a nuestro hijo para que no sudara.
Por allí pasaron, brasileros,
argentinos, americanos, y por supuesto más venezolanos. Los de las otras
nacionalidades entraban y salían casi de inmediato. Solo dos venezolanos pasaron, una
mujer con su hijo, quien tenía a su esposo viviendo allí y un chamo que iba con
una carta de trabajo, a pesar de eso, ellos pasaron más de dos horas junto a
nosotros.
Allí procedieron a hacer
entrevistas individuales para preguntar lo mismo que hizo la dulce pero
diabólica chica en el cubículo de migración, buscaban incongruencias, titubeos,
en fin, alguna excusa, en nuestro caso no hubo nada que demostrara que nuestra
intención no era otra que entrar de turismo.
Pasadas las 8 de la noche un
funcionario, entró y dijo: "Buenas noches, el estado de México se reserva,
por esta ocasión, el derecho de internación (ingreso) a las siguientes
personas...", los primeros en la lista fuimos mi esposo, mi hijo y yo,
seguidos del resto de venezolanos, dos colombianas y un brasilero, que al parecer
tenía una alerta en el sistema.
Nos hicieron firmar una
declaración de "no internación", incluso a mi hijo de 6 años, y bueno
nos acotaron que podíamos volver a intentarlo en otro momento, comentario que
realmente causó risa entre los que allí estábamos, sobre todo cuando nos
tildaron de "INADMITIDOS".
A partir de ahí fue estresante
pensar cómo y dónde pasaríamos la noche, y nos sueltan un nuevo bombazo.
"Pasarán a una sala de aislamiento, donde estarán bajo llave y no tendrán
acceso a ningún teléfono celular, y de encontrarse alguno se les colocará una
restricción para el ingreso a México de 5 a 10 años (...) Si desean comunicarse
con alguien deben esperar a mañana para llamar al Consulado de su país y ellos
harán el contacto con sus familiares", eso ya era mucho con demasiado.
... y el encierro llegó...
Mi hijo se despertó cuando nos
llevaban a nuestra "suite" compartida, le contamos que no nos dejaron
pasar y su reacción fue la mejor de todas, tan madura para su edad, y lo que
nos dio la fortaleza y tranquilidad suficiente para pasar ese trago amargo,
Dios nos dijo a través de él que todo estaría bien, y así fue. Sus palabras
fueron: "¿por qué no nos dejaron entrar?, bueno no importa, vámonos a
Medellín, allá es más bonito que esto".
Al encerrarnos nos pidieron que
dejáramos todos los bolsos afuera, que sacáramos lo necesario, menos celulares,
el único bolso que pasó fue el de mi hijo porque solo llevaba juguetes.
Afortunadamente, los 5 niños que estaban ahí se divirtieron entre ellos, y una
anécdota especial es que a pesar de no entenderse nada mi hijo hizo una bonita
empatía con un niño brasilero, quien entró llorando y nervioso a la sala de
aislamiento. Este pequeño, junto a sus padres, fueron el último ingreso esa
noche.
En ese lugar ya habían otras personas,
entre ellas una familia rusa, otros venezolanos, brasileros y colombianos.
Los mexicanos no sienten
remordimiento por nada ni nadie, no miran hacia atrás, no se conduelen por el
sufrimiento de otro ser humano. Una mujer con 8 meses de embarazo era una de
nuestras acompañantes, y al igual que nosotros tuvo que dormir en una
colchoneta en el piso, no sin antes ser revisada por paramédicos porque tenía
dolor en la parte baja del vientre.
Hago un paréntesis para reconocer
una vez más la calidad humana de Copa Airlines con sus pasajeros, al momento de
encerrarnos nos dieron la cena y el desayuno al día siguiente.
Había mucha alterada en el lugar.
El brasilero con aparente alerta internacional reclamaba una y otra vez que no
le hicieron la segunda entrevista y exigía el mismo derecho que el resto.
La mayoría de las mujeres solas,
lloraban pidiendo una llamada. Mi esposo y yo mantuvimos la calma por nuestro
hijo, tomando en cuenta que la tranquilidad que ya tenía él, valía mucho para
nosotros.
Al día siguiente, jueves 29 de
agosto, a las 9:30 de la mañana, un representante de Copa Airlines se acercó
hasta la sala de aislamiento con una lista para iniciar el regreso de los
"INADMITIDOS", una vez más, mi familia y yo fuimos los primeros.
Tomamos nuestras cosas y salimos, ahí fue cuando los celulares agarraron señal
y logramos comunicación con quienes angustiados esperaban saber de nosotros.
Sin embargo, ellos se comunicaron con la aerolínea en horas de la noche del
miércoles y les informaron nuestro estatus.
De camino a la puerta de abordaje
solicito ir al baño con mi hijo, y cuando pensé que la locura había terminado,
resultó que no, otro tipo del aeropuerto nos escoltó hasta la entrada y ahí nos
espero hasta que salimos para devolvernos a nuestro sitio de salida. Fue
humillante, cual delincuentes pero yo, con mi frente en alto, mi mejor actitud
y junto a mi familia emprendimos el retorno a Medellín.
Nada como Colombia
Pasadas las 5 de la tarde
arribamos al aeropuerto Río Negro, en Medellín. Cuando llegamos a migración,
además del mejor trato que hayamos podido recibir en dos días, reconocieron que
los mexicanos se han echado de enemigos no solo a los venezolanos, sino también
a los colombianos, por la mala actitud que han tenido hacia nosotros y
cordialmente, nos dieron la bienvenida a su país.
Una vez en el hotel comenzamos a
hacer llamadas, poner al día a nuestros familiares, y descansar. Y pues para
aprovechar el viaje, decidimos quedarnos 4 días en Medellín, momentos que
disfrutamos al máximo, conocimos algunos parques, quedamos con ganas de más, y
mi hijo tenía razón, esa ciudad es mucho mejor que Cancún y sus playas, las
risas no faltaron y los recuerdos que hoy tenemos no se comparan con nada.
Para tomar en cuenta...
Al momento de ingresar a México
te exigen:
*Dinero en efectivo suficiente
para cubrir los gastos de los días que estarás en el país.
*Reservación confirmable, o en su defecto carta de invitación.
Cumplimos con eso y más, pero no,
el ser orgullosamente venezolanos fue el impedimento para "tener el
placer" de conocer Cancún, algo que ya fue borrado de nuestros próximos
planes vacacionales.
Esa gente ni siquiera se tomó la
molestia de confirmar mi reservación o la de otros, o llamar a quienes tenían
carta de invitación, y peor aún, una joven que tenía a su hermana en la parte
de afuera del aeropuerto, tampoco fue contactada. Simplemente, ser VENEZOLANOS
resultó ser la piedra en el zapato para muchos, pero que le quede claro a los
mexicanos y a quien tenga el tupé de rechazarnos sin motivos demostrables, el
carisma, la idiosincrasia y el gentilicio que tenemos nos hace la envidia de
muchos, y es que a pesar de la situación político- económico que viva nuestro
país en este momento, somos quienes somos por mantener intacta nuestra calidad
humana a donde vayamos.
Que nunca nos de vergüenza decir
SOY ORGULLOSAMENTE . VENEZOLANO.
Luciana Ramírez
CNP 17.051
Fuente:
Noticia al día -Zulia, 23 de Septiembre 2019
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