MUDANZA I
Mudanza
es cambio, es aventura, incertidumbre, adaptación, sorpresa, es pérdida de
algunas cosas conocidas (seguridad presente) por posibilidades futuras.
Pero
volvamos tiempos pasados, a mis orígenes. Como gran Lector, mi Papá casi tenía vocación de Librero, conocí de niño su enorme Biblioteca en la calle Rincón 116 -Ciudad de Buenos Aires (hay una Parrilla-Restaurant “la Casa de Charly”, actualmente allí) ,
Marcos Bazán |
cerca del Congreso de la Nación Ciudad de Buenos Aires, y abarcaba estanterías repletas de libros. Lamentablemente, algunas de las únicas fotos que quedaban se me han extraviado.
Allí tenía su "Bazar Rincón", Y -quien sería luego mi Madre-, pasaba todos los días frente a ese negocio, en trayecto desde, y hacia su trabajo, las Oficinas de "Aironal" en calle Moreno, atravesando la vereda del Bazar aquél.
Cuentan que una vez, -dado que precisaba comprar un regalo para el próximo matrimonio de su hermana-, entró al Bazár-bibioteca de Papá, y así se conocieron, ambos viudos (Papá de su primer esposa, y Mamá de un novio que murió trágicamente en una accidente, antes de casarse), ambos mayores de 40........ Se casaron en 1953. No era fácil para ellos, sin tener casa propia, optar por ser Padres sin casa propia, y viviendo "clandestinamente", en la mezannina (ó altillo) que contruyó Papá entre el alto techo y la parte de atrás del local comercial. Y Mamá, cerca de los cuarenta años, aún no lograba un embarazo, quizá por preocupaciones sobre su agitada forma de vida.
Foto de Mamá con dedicatoria a Marcos |
De esas fotos recuerdo alguna en la cual estaba Papá sentado y al lado un cochecito de bebé en el cual estaba yo.
Otra anécdota que me viene a la mente: para que no jugara con los libros, que en esa época estaban encuadernados en cuero y eran grandes volúmenes que se podían caer y lastimarme, me había dicho: ¡ los libros muerden ! y entonces presionando un poco un libro abierto con mi pequeño dedo atrapado me mostraba como los libros mordían. Dicen que Yo remedaba en mis balbuceos de niño: ¡ los libos meden !. Lo cierto es que años despues descubrí que era verdad; los libros muerden la curiosidad y atrapan.
Vista actual de Rincón 116 |
Nací el Segundo
día del Mes de Agosto, pasada la mitad de la década del ´50 en la capital de la
República Argentina, la populosa metrópoli de Buenos Aires. No entre “bombos y
platillos”, sino entre“bombas” y bombillas (las bombas que desalojaron del
gobierno Constitucional a Juan D. Perón en el ´55) y las bombillas -una especie
de pitillo metálico con filtro-, con las cuales tomaba habitualmente el mate mi
Papá, al pararse religiosamente a las seis de la mañana para iniciar sus
tareas, todos los días. Nací allí, en la ciudad más elegante del país, una
ciudad bohemia que quiere presumir de Europea, sin serlo.
En
Capital nací, pero en un extremo, casi Provincia, en Av. Salvador María del
Carril. Mi Mamá, Aída Croce de Bazán, empleada de Comercio entonces, Poetisa,
militante del peronismo (Justicialismo), y además ama de casa. Mi Padre, Marcos
Bazán, comerciante, librero, intelectual, dirigente sindical, fue evolucionando
de militante de un partido Conservador a militante “clandestino” -creo yo-, simpatizante
del Partido Comunista (una simpatía secreta), luego estuvo con la Unión
Cívica Radical Intransigente del Pueblo (UCRI), y asi militaba en movimientos
políticos y sindicales. De ahí también mi vocación por la justicia social, los
debates entre sus allegados, Ambos eran
muy cultos, les gustaba el teatro, el cine, las tertulias, leían mucho. Mi papá
era ajedrecista, como luchador social, lo vi promover muchas obras para la comunidad.
Me llevaban a actuaciones en vivo de cantores populares desde pequeño. De ellos
aprendí mucho; a trabajar, a ser honesto, a no mentir.
Entre
libros me crié hasta los 6 años, la película 84, Charing Cross Road, me recuerda ese ambiente de mi niñez. El ambiente de esta película era el de mi infancia..., Parte de esos libros habían pertenecido a un negocio de venta de libros que había emprendido con algún socio creo recordar; De esas fotos recuerdo alguna en la cual estaba Papá sentado y al lado un cochecito de bebé en el cual estaba yo.
Otra anécdota que me viene a la mente: para que no jugara con los libros, que en esa época estaban encuadernados en cuero y eran grandes volúmenes que se podían caer y lastimarme, me había dicho: ¡ los libros muerden ! y entonces presionando un poco un libro abierto con mi pequeño dedo atrapado me mostraba como los libros mordían. Dicen que Yo remedaba en mis balbuceos de niño: ¡ los libos meden !. Lo cierto es que años despues descubrí que era verdad; los libros muerden la curiosidad y atrapan. Allí, en la zona de Congreso, en el negocio de mi Papá se forjaban mis primeros años, me retrotrajo, y ahora lo recuerdo......., la japonesita Sukié, de la Tintorería, quizá la primera niña que me deslumbró, allá en Buenos Aires -Capital Federal, a mediados de los años 50.
Otra anécdota que me viene a la mente: para que no jugara con los libros, que en esa época estaban encuadernados en cuero y eran grandes volúmenes que se podían caer y lastimarme, me había dicho: ¡ los libros muerden ! y entonces presionando un poco un libro abierto con mi pequeño dedo atrapado me mostraba como los libros mordían. Dicen que Yo remedaba en mis balbuceos de niño: ¡ los libos meden !. Lo cierto es que años despues descubrí que era verdad; los libros muerden la curiosidad y atrapan. Allí, en la zona de Congreso, en el negocio de mi Papá se forjaban mis primeros años, me retrotrajo, y ahora lo recuerdo......., la japonesita Sukié, de la Tintorería, quizá la primera niña que me deslumbró, allá en Buenos Aires -Capital Federal, a mediados de los años 50.
Como
trabajaban ambos, pasé parte de la infancia en casa de mis abuelos. Una abuela
que hacía trabajos de Costurera, de carácter severo y que matizaba su conversación
con muchos refranes. Elaboraba unos ravioles exquisitos, y un abuelo trabajador
de la construcción, excelente albañil y hombre sencillo, cariñoso con su
familia. Algunos días me llevaban a un Jardín de Infancia. Y, cuando
rescindieron el contrato de alquiler del local que ocupaba Papá –y que
frecuentemente utilizábamos como vivienda en un “altillo” (mezzanina construida
en madera por mi Papá en el interior del negocio), quizá por sospechas que
acusaban a mi Padre de izquierdista, se quedó sin su fuente principal de
ingreso; aquél comercio muy bien ubicado en una calle céntrica de la capital.
En tanto pudiera ser también por la militancia de Mamá en el peronismo, aunado
a la tendencia de su esposo, no eran “confiables” y a ella también se le liquidó
su sueldo y se le sugirió abandonar el empleo, abonándole una alta suma para su
retiro. Aprovechando que Mamá tenía unos ahorros, la venta de alguna mercancía
del local, el monto de las compensaciones laborales, fueron equipando la casa
de aquella lejana población en el campo. Sin embargo luego recuerdo que hasta
mis cinco años continuamos viviendo en la mezzanina del negocio de mi Papá en
la gran ciudad. Viajábamos en tren hacia la casa algunos días, desde allí era
sacrificado y lejano el sitio de trabajo de ellos. Es recién cuando le piden la
entrega del local a mi Padre y Mamá también queda sin trabajo, y así, partimos
definitivamente a la provincia, a descubrir el campo, el gaucho, el corazón de
La Patria verdadera.
Desde muy pequeño me llevaban en el período de Vacaciones Anuales, a la Balnearia ciudad de Mar del Plata, de la cual Mamá siempre estuvo enamorada.
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